Los ojos
de la soledad, los ojos de la traición
Me
perdía entre sus ojos que me atravesaban el alma. Me invadía por
completo varios sentimientos que no podía sentir, no ahora, no con
él. Pero sin embargo no podía evitar empatizar con su causa y
sentir atracción, fisica y mental, por Itachi.
Pensaba
en Vegeta y en lo que teníamos, pensaba en la situación ¿Ambos de
dos universos opuestos? Era totalmente una locura. Pero teníamos un
dragón que concedía deseos... ¿Acaso eso no era ya bastante
surrealista?.
Resonaban
sus palabras en mi cabeza "no quieres o no debes" y no pude
evitar pensar en la segunda opción. No debía. Pero sin embargo sí
que quería. ¿Pero que haría luego cuando no pudiera vivir con la
culpa? ¿Cómo miraria a Vegeta? ¿Qué sería de los tres? Las
preguntas se agolpaban y casi no dejaba salir a las demás, todas y
cada una de las dudas que tenía.
Su
respiración era constante, firme, sin ningún tipo de alteración.
Manejaba la situación como si se hubiera criado en la tensión, pues
yo estaba al borde del infarto y él estaba... tranquilo, decidido,
dominante. Llevándome por un camino que no se si yo podría seguir.
Pero me dejé guiar y sus manos agarraron fuerte mis muñecas y con
mi espalda pegada a la pared pasó su nariz por mi cuello, pegando su
cuerpo al mio y notando mi nerviosismo.
- - Puedo oler el deseo en ti. - Y esas palabras salidas de esa boca me hipnotizaron. Puedo sentir como te estremeces ante mi presencia. ¿Por qué, Bulma?
- - Yo no... no sé – Nerviosa tartamudeaba.
- - ¿Qué pensaría tu querido Vegeta de todo esto?
Vegeta...
una parte de mi desearia que entrara por esa puerta para cortar la
escena que deseo que pase.
Todo me
da vueltas, me estremezco, me humedezco, tiemblo bajo sus manos aún
cuando todavia no me ha tocado. Pero su voz me somete, me atrapa, me
encierra en una espiral de culpa, deseo, atracción... me obzeca la
idea de que podría pasar algo entre nosotros.
Baja mi
cremallera de la bata despacio, mientras sus ojos bajan hasta mi
cuerpo y persigue sus dedos. No ha soltado mis muñecas, no aún,
pues las mantiene con una mano sobre mi cabeza.
- - No lo sé – De hecho ahora mismo no sé nada, no puedo pensar, no puedo seguir lo que me dice, estoy como aturdida, cohibida, en un estado de embriaguez que me tiene hipnotizada. Me pregunto levemente si habrá usado algún encantamiento conmigo.
- - ¿Crees que te he metido en una ilusión? - Pregunta como si me hubiera leído la mente. Hace una mueca y responde él mismo. - Aún no.
-
¿Cuanto crees que hay de bueno en mi, Bulma? - Y mi nombre en su
boca suena erótico, sensual, excitante...
Me quita
la bata y la tira a mis pies. Ahora sí mete sus manos por debajo de
mi camiseta y agarra mi cintura mientras acaricia mi piel con los
pulgares. Me observa detenidamente intentando descibrar mi reacción.
Me lee
como un libro abierto.
Tengo la
boca entreabierta y respiro entre cortada, a ratos algún jadeo se
escapa de mi boca y tengo que tragar saliva. Imposible hablar.
Imposible pensar. Imposible moverme. Todo cuanto pienso y mi cuerpo
genera es tensión, deseo, ansiedad, ganas de tenerle.
"Itachi"
susurro.
- - ¿Qué quieres de mi?
- - Quiero varias cosas, Bulma. Y creo que eres capaz de darmelas.
- - ¿Qué...?
- - Un aplazamiento de mi muerte. - Acerca su boca hasta mi oído. - Poseerte y disfrutar viendo como te estremeces bajo mis manos.
Desabrocha
la cremallera de mi pantalón y tira de el, manteniendo la mirada
fija en mis ojos. Sus oscuros ojos me tienen atrapada, cambian de
rojo a negro y no se cual es la razón. Pero veo a través de ellos,
y puedo ver el vacío, la soledad, la pena, la tristeza, el amor y su
ausencia y pienso en Vegeta... ambos tienen la misma mirada, o al
menos Vegeta la tenía.
Mi
príncipe sale de mi cabeza como un destello, difuminado por una
nueva imagen en la que la boca de Itachi esta en mi ombligo, pasando
sus labios por el y erizando mi piel. Suspiro.
Sus
manos agarran mis muslos y clava los dedos en ellos, hundiendo su
cara en mi entrepierna y apretandome contra él.
Con mis
manos sueltas agarro su cabeza, enredo mis dedos en su pelo y tiro de
el obligándole a subir hasta mi cara. Otra vez esa mirada que me
deja perpleja. Pero cierro los ojos y acerco mi boca a la suya. Me
sorprende su acogida, como con un sentimiento que no imaginaba me
besa, con dulzura, decisión, pasión, me agarra de la nuca y me
aprieta más contra él.
Se
aparta y se quita la capa, debajo un conjunto negro lo cubre y se
quita la camiseta. Paso mis manos por su pecho mientras el, sin
moverse un centímetro, observa el recorrido de mis manos y mira de
vez en cuando a mis ojos. Me acerco a él, beso su cuello y desciendo
por un camino que van creando mis labios. Se pone tenso, por primera
vez lo noto tensarse bajo mi presencia.
Agarro
su coleta y tiro de la goma, dejando su pelo suelto. Él sigue
estático. Cojo sus manos y las llevo hasta mis pechos, aprieta. Y en
menos de un segundo está tomando el control de la situación y me
quita la camiseta, dejándome en un pequeño sujetador de encaje
blanco.
Las
aprieta, las junta, las masajea, acerca su cara y aspira mi aroma
mientras sonríe.
- - Interesante, sin duda.
Me mordí
el labio y volví a suspirar. No salía nada más de mi boca.
Con una
rapidez que no pude ver me había quitado cada una de la tela que
cubría mi cuerpo, quedando desnuda frente a él. Se recreó
mirándome, de arriba abajo, perforándome con la mirada mientras me
cogía del brazo y me ponía de cara a la pared, se pegaba a mi y
sentía como su miembro se endurecía bajo mis nalgas.
Metió
la mano entre mis piernas y empezó un juego de caricias estimulantes
que me humedecían sin consuelo alguno. Sus movimientos casi
perfectos, rítmicos, me estaban haciendo jadear como una vulgar
perra en celo. Las piernas me temblaban, la tensión en la parte baja
de mi vientre se concentraba como si estuviera a punto de colapsar
por excitación. Me apoyé en la pared y justo cuando estaba a punto
de correrme paró en seco, dejándome dolida y frustrada.
- - Aún no. Quiero ver tu cara cuando te corras para mi.
Y eso
hizo que cada poro de mi piel se erizara y que todo mi cuerpo se
estremeciera, soltando un pequeño gemido por mi boca a modo de
respuesta.
Sacó su
erección y la pasó por mis nalgas, rozándome con ella y
percibiendo su dureza en mi carne. Poco a poco se fue colocando en la
entrada del placer mientras con una de sus manos me agarraba el
cuello.
Entró
en mi muy despacio, con un ritmo tan lento que casi estaba a punto de
suplicar que me diera más fuerte.
- - Shhh – Siseó en mi oído. - No seas impaciente, Bulma, te aseguro que disfrutarás.
Tuve que
morderme el labio para no gritar ahí mismo ante la tortura y la
excitación que me estaban creando un nivel de deseo extremo.
Siguió
metiéndose dentro de mi, despacio, lento, hasta que entró por
completo y se quedó pegado a mi cuerpo sin moverse, respirando,
ahora sí, mas agitado en mi cuello.
Con su
mano en mi cadera y la otra en mi cuello empezó un baile entrando y
saliendo de mi cuerpo, muy muy despacio. Deleitándose en mi interior
y aumentando la sensación de plenitud por completo.
Murmuraba
cosas que salían de mi boca sin darme ni cuenta. No era ni
consciente de lo que decía debido a la satisfacción y lo entregada
que estaba a él. Pero yo quería más, quería que aumentase,
necesitaba mucho más fuerte.
Pasó un
buen rato así hasta que salió de mi, me pidió que me colocara en
el suelo bocarriba y se posicionó entre mis piernas. Volvió a
entrar pero esta vez de una manera brusca, fuerte, hasta el fondo,
notando como me atravesaba por completo.
- - Te dije que quería ver tu cara mientras disfrutabas y voy hacer que te corras, pronto.
Entre
sus embestidas y que se puso a estimularme con la mano no tardé
mucho en sentir como el calor viajaba por mi cuerpo hasta la parte
baja de mi vientre y como una oleada de placer me invadía, haciendo
que todos los musculos de mi cuerpo se tensaran y que clavara las
uñas en sus brazos, mientras echaba la cabeza hacía atrás y me
mordía el labio.
No dejó
que apartase la cara, pues cogió mi mandíbula y me obligó a que le
mirara.
- No
cierres los ojos. Mírame.
Y siguió
y siguió hasta que no pude controlarlo más y me corrí con él
dentro de mi y sus manos tocándome.
Continuó
embistiéndome mientras sus manos se centraban ahora en mis pechos,
que pellizcaba y apretaba entre sus manos, provocando un ligero dolor
placentero que me recorría entera y excitándome nuevamente,
deseando más.
Empapados
en sudor, yo gimiendo y murmurando entre jadeos, el respirando entre
cortado, sin saber donde más tocarme, como disfrutar aún más de
cada centímetro de mi cuerpo... Se corrió. Su cuerpo se tensó,
clavó sus dedos en mi cadera, aceleró el ritmó y se corrió dentro
de mi sin dejar de observar mi cara y mis expresiones de gozo.
No se el
tiempo que pasó hasta que salió de mi, se puso de pie y me dio la
espalda. Me levanté, fui al baño y cuando acabé de lavarme me
quedé mirando al espejo. Miré mis ojos, pensé en los suyos y
Vegeta me vino a la mente... Los ojos de la soledad, los ojos de la
traición.
¿Qué
demonios acababa de hacer?
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