La
debilidad de un príncipe
Apenas
quedaba un mes para el nacimiento de Bra, mi hija, y Vegeta no paraba
de prohibirme hacer cosas como si más que embarazada estuviese
enferma terminal. No me dejaba coger peso, no me dejaba subirme a
sitios altos, no me debaja estar durante horas en el laboratorio...
todo cuanto quería para mi era paz, tranquilidad y estar quieta sin
moverme más de lo justo y necesario. Pero nuetras discusiones eran
sagradas en muchos casos.
Pero yo
no podía hacerle caso, así que en cuanto él salía por la puerta,
yo me volvía a mis que haceres diarios y me ponía a trabajar con
algún invento o hacía cosas que él no me dejaría.
Mi
barriga me impedía moverme más de lo habitual y no podía ni
agacharme, y como si Vegeta me leyera la mente ahí estaba él para
ayudarme y regañarme.
- - Mujer, debes estar quieta.
- - ¿Estás preocupado? - Preguntaba emocionada.
- - En absoluto, pero no tengo ganas de aguantar tus lloriqueos.
Esa era
siempre su respuesta. Claro que yo le conocía y sabía que esa no
era la razón.
Los
guerreros Z habían venido a mi casa a hablar con Vegeta y estaban
planeando una especie de combate para entrenar antes de un torneo que
se celebraría en un universo distinto al nuestro. Mi príncipe se
negaba a ir. Decía que no podía irse por que yo estaba insportable
y que podría montar un escándalo en cualquier momento. ¡Me culpaba
a mi!.
Pero
remontémonos a la primera vez que fui al ginecólogo para ver el
proceso del embarazo de mi futura hija. Antes de que supiera que iba
a ser una niña.
Estaba
mi madre en casa y le comenté, con un Vegeta que comía como si no
hubiera un mañana en la cocina y con la oreja puesta, que iría al
ginecólogo. Que era un señor muy eficiente y majo que me había
atendido cuando nació Trunks y que se haría cargo de mi embarazo
esta vez tambien.
Vegeta
no dijo ni mu, pero en su cara podía ver las preguntas acerca de
¿qué era eso llamado ginecólogo?. Así que le dije a mi madre que
iría a depilarme mis partes íntimas a casa de Marian para que me
ayudase un poco antes de que ese hombre hurgara entre mis piernas.
Ahí el
guerrero que habitaba en mi casa se percató de que algo inusual iba
a pasar. Se acercó a mi con un bollo en la mano al que metía
mordiscos y cuando tragó me miró.
- - ¿Qué es un ginecólogo, Bulma?
- - Es un medico encargado de la parte ínitima de las mujeres.
- - ¿Parte íntima?
- - Sí, Vegeta, por donde salen los bebés y por donde tu me...
- - ¡Calla, mujer! - Puso cara de horror. - ¿Y dices que ese terrícola va a mirar ahí? Ni lo sueñes.
- - Pero es un profesional.
- - No consentiré que nadie toque a mi mujer.
- - Vegeta, es su trabajo. Además ya sabe lo que hay ahí porque miró cuando Trunks nació. Lo sabrías si hubieras estado.
- - Estaba entrenando, ¿Cúantas veces me lo vas a echar en cara?
El tono
de la conversación subía cada vez más y mis hormonas no estaba
precisamente para eso, así que sin verlo venir le solté un tortazo.
- - Pero... ¿Por qué me pegas? - Dijo atónito.
- - Lo...lo siento... no sé que me ha pasado. - Respondí sincera.
Tragó
saliva, se dió la vuelta y se fue sin mediar más palabra que un
"iré contigo". Yo sorprendida y emocionada porque al fin
Vegeta iba a interesarse como un padre de verdad.
Fuimos
al ginecólogo, volando por supuesto, y al llegar entre atentas
miradas de la gente que no me quitaban el ojo de encima, entramos en
el hospital. Todo a mi alrededor era observado y vigilado por Vegeta.
Desde un enchufe hasta a los médicos.
Llegamos
a la consulta de mi ginecólogo y entramos cuando nos tocó. "Bulma
Briefs" escuché. Y entré pidiendo a Vegeta que por favor que
no diera la nota y que estuviera relajado, tranquilo y callado
haciendo al médico hacer su trabajo.
Era
Vegeta... eso no iba a ocurrir, la culpa fue mia por no verlo venir y
aceptar una compañía que me hacía ilusión.
Se sentó
de brazos cruzados a mi lado, el médico en su sitio y nos tendió la
mano a los dos. Vegeta la miró con superioridad, pensando en que
como osaba un médico licenciado y prestigioso en darle la mano a un
guerrero cochambroso de un planeta extinto. Así que me dio la mano a
mi que se la acepté pidiendo disculpas por mi marido mientras lo
miraba de reojo y en mis ojos se podía leer, te castigaré, Vegeta.
"Colocaté
esto y pasa al potro". Y aquí me eché a sudar. Por que si se
había puesto Vegeta así cuando viera que me iba a hacer un examen
vaginal y una ecografia le iba a dar un patatús. La ecografía igual
la dejaba pasar, pero ¿el examen?...iba a correr la sangre. Fui a
ponerme la bata que me había dado detrás de la cortinilla de tela
que separaba la habitación de la zona más privada de los examenes.
- - Bien Bulma, ¿qué tal está Trunks, por cierto?
- - Muy bien doctor, es todo un hombrecito. Está muy ilusionado con su hermanito.
- - Bien bien, veremos como está el pequeño más adelante. Ahora te haré un examen pélvico. - Se dio la vuelta, se puso los guantes y siguió. - Ya sabes Bulma, quítate la ropa interior de abajo y siéntate en el potro con el culete en el filo y abre las piernas y relájate.
Yo aún
no había abierto las piernas, pero Vegeta tenía los ojos como
platos y no paraba de mirar, atónito, al pobre médico. Lo
interesante vino ahora cuando lo vio con un espéculo.
- - ¿Qué hace con esa cosa?
- - Es parte del examen, señor.
- - ¿Piensa meter eso? Y señaló con el dedo como un niño pequeño e inexperto - ¿ahí?
- - Claro. Es parte del proceso. - Se giró hasta Vegeta. - Puede salirse fuera si quiere.
Vegeta
le echó una mirada fulminante y apretando los dientes respondió.
- - Ni sueñe que le dejaré a solas con mi mujer en este estado.
- - ¿Perdón?
- - Disculpele – Se me caía el sudor como en las cataratas de iguazu. - es que es primerizo.
- - ¿No es el padre de Trunks?
- - Sí, pero es que se perdió las otras consultas. - Respondí sin querer dar mucha mas información sobre nuestra extraña relación.
Primero
me introdujo los dedos, haciendo un examen bimanual, presionando
parte del abdomen con la otra mano para comprobar el estado del
útero, tamaño, posición y posición. Y aparte para ver el estado
de los ovarios.
Mis
caras de incomodidad por tener dentro los dedos del médico alertaron
a Vegeta, que no paraba de observarme y no me quitaba el ojo de
encima, poniéndose cada vez más rojo y a punto de reventar de un
chispazo.
Se me
escapaban algún quejido involuntario por la sensibilidad de mi zona
íntima con el embarazo, pero lo que yo "soltaba" como
queja, mi príncipe lo interpretaba de otra manera.
- - ¿Qué esta haciendo?
- - Compruebo el estado del útero y los ovarios.
- - Se está aprovechando de mi mujer en toda mi cara.
- - Se está equivocando. - Y mientras tenían esta charla, el ginecólogo seguía hurgando.
Salió
de mi y cogió el espéculo y me lo introdujo la rudeza, el frío del
metal y la invasión repentina pese a usar lubricante, me molestó
bastante haciendo que pegara un pequeño quejido.
- - ¡¡¡No toque a mi mujer!!! - Se le escapó a Vegeta y se fue hasta el médico, lo cogió del cuello y lo levantó de su sitio.
- - No se preocupe. - El pobre doctor estaba rojo y atemorizado, sin saber que hacer ante este hombre tan extraño.. - Esto es un poco molesto.
- - ¡¡¡Vegeta por favor, suéltalo!!!
Vegeta
me miraba a los ojos y después a entre las piernas. Donde yo
espatarrada tenía las manos en mi barriga y estaba nerviosa mas que
por esto, por ver el estado de mi bebé. Bueno y que ver a mi marido
cogiendo del cuello a mi médico me ponía un poco tensa.
El
médico cogió muestras rápidamente y me pidió que me vistiera, me
tumbara de nuevo y me destapara la barriga.
Me echó
un gel en la barriga, que estaba muy frío, y me pasó la máquina de
las ecografías por encima.
- - Vaya, Bulma... - Sonrió. - Está todo muy bien además, ya que has tardado en venir y estás de 11 semanas puedo aprovechar y decirte el posible sexo del bebé.
Vegeta
estaba atento al monitor, encogía los ojos intentando ver algo pero
estoy segura que no veía nada, por que su cara era un auténtico
poema y las interrogaciones le bailaban por la cabeza.
- - Vas a tener la parejita. - Sonreí ante esta confesión. - Parece que es una niña, Bulma.
- - ¿Está seguro, doctor? - Pregunté.
- - Es muy probable, sí.
- - ¿como puede estar tan seguro? - Vegeta entró en conversación. - Ahí no se ve nada, sólo interferencias.
Tras un
detallado proceso que le explicó el doctor y lo que estaba viendo,
Vegeta seguía igual, observando el monitor como si no se enterara de
nada.
- ¿Y será fuerte?
- - ¿cómo?
- - ¡Vegeta! - Le regañé. - No le haga caso doctor.
- - Una Saiyana...
- - ¿Perdone? - El médico estaba alucinando con Vegeta y las cosas que susurraba.
Me
limpié con un papel y salimos de allí antes de que a Vegeta se le
ocurriera hacer otro número. Ya estaba pensando en la siguiente
visita y las posibles consecuencias cuando me pusiera de parto.
Durante
el trayecto a casa Vegeta fue muy callado, pensativo, dando vueltas,
estoy segura, a la posibilidad de que su hijo fuese una niña .
Esa sólo
fue una de las cientos de anécdotas que tuve durante mi embarazo.
Pero iré a la importante. El parto.
Aún
faltaba unas semanas cuando yo, dolorida de riñones, piernas y
ovarios, me quejaba todo el santo día porque mi enorme barriga ya no
me permitía hacer nada.
Sin
embargo el estres pudo hacer que mi parto se adelantara porque estaba
discutiendo con Vegeta, diciendo que no era ninguna inutil, que era
un simio del paleolítico, un machista, un... cuando sentí como algo
líquido y caía por mis piernas como si me estuviera haciendo pis
encima.
- Mujer, ¿qué haces?
- - ¡Vegeta!
- - ¿Qué?
- - He roto aguas. - Decía muy tranquila y aún sorprendida. - Bra viene.
- - ¿Qué viene quién?
- - Vegeta, reacciona. - Le di otro tortazo. - Nuestra hija. He roto aguas. Estoy de parto.
- ¡¡¡¿Qué qué?!!! - Hasta ahora no había visto a Vegeta más nervioso. Corría de un lado a otro, el pelo se le estaba tornando de varios colores y no sabía que hacer con sus manos.
- - ¡Vegeta! - había obviado hasta mi tortazo. - ¿Qué estás esperando? Vamos al hospital.
Cogí la
cápsula con las cosas del hospital y me cogió en brazos. Salimos
volando y durante el vuelo descubrí que Vegeta estaba muy muy
extraño. Volava como desorientado. Inexperto. Como si fuese de las
primeras veces que lo hacía.
Entre
quejidos, gritos y dolores yo sonreía, emocionada e ilusionada por
ver la debilidad de Vegeta reflejada en mi y sus hijos.
Cuando
llegamos y entramos, me llevaron a quirófano, donde todo preparado
me esperaba para traer al mundo a mi hija. Por mi boca entre
empujones salía todo tipo de palabras, cogí a Vegeta del cuello de
la camiseta, y éste sorprendido, no sabía que hacer, si animarme o
regañarme. Se calló, me agarró la mano y no me la soltó pese a
mis apretones. Diciendo en mas de una ocasión "vaya fuerza
escondes, mujer".
La
comadrona y el médico me decían cuando debía empujar, aunque mis
ganas constantes de hacerlo me obligaban a frenarme a ratos. A los
pocos minutos, que me pareció una eternidad, escuché un llanto
taladrarme los oídos. Puse mis ojos en Vegeta que observava
detenidamente, callado, asustado y atónito lo que ocurría entre mis
piernas y descubrí un brillo en ellos que sólo yo o Trunks habíamos
sido capaz de sacar hasta ahora. Contenía la respiración, siendo él
ahora el que me apretaba un poco la mano a mi. Y menos mal que
controló si no con su fuerza me la destroza.
Me
pusieron la niña en el pecho, liada en un trozo de tela, y de reojo
miré a Vegeta, que se le caía la baba por completo observando a su
hija. La estreché contra mi y sonreí al escuchar a Vegeta preguntar
"¿La niña está bien?", aguanté una carcajada al
descubrir que por primera vez en la vida había antepuesto a alguna
mujer antes que a mi. A su hija, a Bra.
Algo en
el fondo de mi corazón me dijo que esta sería la niña de sus ojos.
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