Secretos
"Tengo planes para vosotras"
Es lo último que escuché antes de que
algo viscoso, frío y oscuro me privara de movimientos y mi voluntad.
Urizen, rey del inframundo, nos había
atacado arrastrando a Dante, Trish y a mi en el intento por
detenerlo. Aún con todas nuestras fuerzas fue imposible derrotarle,
y mis armas al lado de su fuerza eran simples juguetes de fogueo.
La escena final fue ver a Nero
desaparecer con ese extraño chico llamado V, mientras gritaba
quejándose porque Dante no le dejaba atacar. No le culpo. A Dante
digo. Ese ser no sabía que era, de donde había salido, ni que
pintaba allí. Pero su fuerza no era de este mundo y es la primera
vez que veo a Dante y Trish ser derrotados tras mucho impedimentos.
Sólo un hombre, no, más bien un
demonio, era capaz de conseguir dejar a Dante por el suelo y perder.
Vergil. Su hermano gemelo.
Perdí la consciencia y lo único que
recuerdo es como me empecé a despertar dentro de algún tipo de
cuerpo que no podía controlar. Mi voluntad y movimientos estaban
frenados y no podía ser dueña de mis actos. Veía a Nero luchar
contra mi y mientras tanto lo atacaba sin que yo quisiera hacerlo.
Tras una larga batalla, por suerte él
ganó y con un último movimiento de la Red Queen me liberó de la
cárcel de Artemis. Caí desnuda en sus brazos embadurnada de una
viscosa tela azul que cubría mi cuerpo por completo.Aún aturdida
escuché la voz de Nero preguntándome si estaba bien.
Asentí.
Una chica con gafas y con una extraña
aficción por los artilugios que había dejado mi contenedor apareció
con una caravana y con un cigarro en la boca se acercó a nosotros.
La reconocí en su época en la que vendía armas.
"Vaya Nero, ¿qué diría Kyrie de
esto?". Él resopló.
Me llevó en brazos hasta el vehículo,
me dejó sobre el asiento trasero y me cubrió con una sábana de
tela. Nico, que así se llamaba, estuvo hablándome durante un buen
rato de mi pasión, las armas. Hasta que pasado un rato volvió Nero
y se sentó delante de mi y nos quedamos a solas.
-¿Y que hay de Trish y Dante?
- - No lo sé... pero no creo que sobrevivieran.
- - Esta bien... tienes que descansar.
Se puso en pie para irse pero le cogí
del brazo.
- - Por favor... no me dejes sola.
- - Lady...
- - No quiero estar sola ahora.- Esta bien, me quedaré un rato en lo que vuelve Nico.
Pero no fue nico quien apareció. Al
cabo de un rato V, el chico misterioso, apareció con algo en la mano
y se dirigió a mi
- - Me alegro de ver que estás bien.
Me desconcertó su comentario por que
apenas nos conocíamos. Luego supe la verdad y lo comprendí.
Me quedé profundamente dormida y
cuando me desperté Nico estaba observándome con una cara de
entusiasmo que me dejó desconcertada. Poco después apareció con
una pala y me indicó que nos pusieramos a cavar. Creía que estaba
de broma pero no.
- - Tendrás que dejarme algo de ropa. - Y me deshice de la tela quedándome desnuda frente a ella.
Pasaron unas horas hasta que Nero
apareció en la caravana de nuevo y dado que yo estaba aún debil por
la posesión de Artemis, Nero no quería dejarme ir sola al Devil May
Cry a buscar algunas replicas de mis armas que tenía allí guardadas
para emergencias, así que se ofreció varias veces a acompañarme.
Mientras tanto, dejé a Nico trabajando en una Kalina Ann mejorada.
Pese mis quejas cedí al final y al
rato estabamos de camino eliminando algunos demonios que se
interponían en nuestro camino. Teníamos que ir a pie, las raices
estaban consumiendo cada vez más la ciudad y era cada vez más
imposible andar en vehículo. ¡Que de menos echaba montar en moto!.
- - Esto sería más fácil si tuviera aquí una de mis motos. - Comenté en alto.
- - No sabía que la amiga de Dante estaba tan pirada como él.
- - Dante está aún peor... - Y recorde cuando nos conocimos y destrozó mi moto. - Nunca te acerques a él con una moto. Es un consejo.
- - Y eso por....
- - Es una historia larga que otro día te contaré.
Cuando llegamos al local estaba lleno
de demonios, pero nos abrimos paso. Yo llevaba una simple pistola que
me había dejado Nico y echaba en falta mis pequeñas rebeldes.
Aproveché una vez dentro y todo despejado, para vestirme con mi ropa
habitual.
Nero entró en la habitación cuando
aún tenía abierta la camisa y parte de mis pechos se veían.
- - Esto... perdona – Dijo apartando la vista.
- - Tranquilo, seguro que no es algo que no hayas visto ya. - Me di la vuelta y me acerqué a él, siendo consciente del baile que tenían mis pechos libres.
- - Pero eso es... diferente. Si. Es... distinto.
- - Nero...¿El chico rebelde se asusta de unos pechos desnudos?
- - No me asustan es que yo no...
- - Tu no ¿qué? - Y me puse de brazos cruzados frente a él aún con la parte de arriba sin colocar por completo.
- - Yo tengo novia y eso...
- - ¿Y eso hace que no puedas mirar a otras mujeres?
- - No he dicho eso. - Carraspeó. - Es que tu eres... bueno... eres la amiga de Dante y ... es... en fin...
- - Así que eres un buen chico después de todo...
Me acerqué más a él, a lo que él
retrocedía. Cuando no podía escapar de mi y su espalda chocó con
la pared coloqué mis manos alrededor de sus hombros y me apoyé en
la pared. Su pecho y el mío estaban a escasos centímetros uno del
otro y su respiración estaba un poco acelerada, intentaba apartar la
vista y resoplaba.
- - Nero... - Acerqué mi boca a la suya. - ¿Estás nervioso?
- -¿Crees que me pondría nervioso por un numerito así?
Llevé mi mano a la suya y la cogí,
llevándola a uno de mis pechos y la coloqué sobre el. Me miró
atónito mientras empezaba a tensarse. Carraspeó nuevamente
intentando apartar la mano de mi, sin mucho esfuerzo, he de decir.
Abrí sus piernas con la mia y me pegué más a él. Acerqué mi boca
a su cuello y pasé mis labios por el. Clavando levemente los dientes
y arrancando un gruñido de su boca.
Lo conseguí. Reaccionó con esto y en
pocos segundos estaba yo contra la pared y el agarrando mi nuca.
- - ¿Qué ganas provocándome?
- - Me gusta jugar.
- - ¿Sí? - Pego su entrepierna a la mia. - Pues juguemos.
Agarró mi pelo de un puñado y me besó
el cuello mientras su erección crecía bajo sus pantalones. Me dio
la vuelta y de espalda contra la pared terminó por quitarme la
camiseta aún a medio poner. Desabrochó mis pantalones y los impulsó
hacía abajo cayendo sobre mis pies. Se quitó la chaqueta, la
camiseta y se desabrochó el cinturón y el botón del pantalón.
Se pegó a mi y con sus manos agarró
mis pechos y los masajeó despacio, como si intentara captar cada
centímetro de mi piel y quedarse con ellos en las yemas de sus
dedos. Pellizcó, apretó y poco a poco bajó la cara hasta ellos,
pegando suaves mordiscos y atrapando el pezón entre los dientes.
Me estaba volviendo loca.
Pasé mis manos por su pecho,
arrastrando las uñas sobre su piel y marcando levemente el camino
hasta su cintura. Bajé la cremallera y me aparté para bajarselos.
Ambos desnudos descendió por mi cuerpo
dejando un rastro de saliva hasta mi entrepierna, donde aspiró mi
olor, pasó los labios por la parte interna de mis muslos y me clavó
los dientes despacio arrancando pequeños quejidos de placer y deseo
que me estaban llevando al borde de la locura.
No me importaba que fuese menor que yo,
deseaba sentirlo entre mis piernas y necesitaba sentirme arropada
ahora mismo, hacer algo que realmente yo deseara... ya había hecho
bastantes cosas sin tomar el control por mi misma, esta vez quería
hacerlo por mi propia voluntad.
Puse la mano en su cabeza y lo incité
a que continuara. Agarró mis muslos y los separó, puso la cabeza
mas en el medio y acercó su boca a mi sexo. Pasando los labios el y
hundiendo su boca, sintiendo como empezaba a mojarme. Podía sentir
el frío de su brazo biónico en contacto con mi muslo.
Pasó el pulgar por mi intimidad,
extendiendo mi humedad y acariciandome despacio. Y fue entonces
cuando su lengua me acarició por primera vez "ahí", en la
parte de mi cuerpo que pedía más atención a gritos.
Con suavidad introdució un dedo en mi
interior, mientras con su boca continuaba un festival de besos y
lametones que me estaban haciendo perder el equilibrio y mis piernas
empezaban a temblar. Siguió con dos, entrando y saliendo de mi,
despacio, dedicado... obediente obedecía el ritmo que yo marcaba con
mis manos en su cabeza.
Me mordía el labio mientras no podía
dejar de mirar como su cabeza trabajaba entre mis piernas. Saber que
estaba ahí, lo que hacía, poder verle... era el morbo en su estado
más puro. Escalofríos y calambres me recorrían de arriba abajo,
una sensación de presión se iba centrando cada vez mas abajo de mi
cuerpo y poco a poco sentía como mis piernas aguantaban menos mi
peso. Si seguía así me correría en su boca.
Como si lo hubiera leído en mi mente
se apartó, se puso de pie y siguió durante un rato acariciandome
con su mano, mientras con su boca mordisqueaba mis pechos.
Yo no podía dejar de masajear su
miembro duro que empezaba a gotear en mi mano y deseaba, dios si lo
deseaba, sentirlo dentro de mi.
- - Follame. - Le pedí en el oído.
Y su polla pareció escucharme. Sentí
como con un espasmo se ponía mas dura aún y mas erecta entre mis
manos.
Me la quitó de los dedos y me dio la
vuelta, poniendo mi cara contra la pared. La pasó por mis nalgas y
desde atrás la introdujo despacio en mi interior, abriendo mi carne
para él y soltando quejidos reprimidos mientras echaba la cabeza
hacía atrás.
Con su mano en mi cadera y la otra en
mi cuello empezó un suave movimiento que fue aumentando a medida que
me iba embistiendo cada vez más hasta llegar a un ritmo frenético
que me estaba haciendo perder la cabeza.
Mis pechos rebotaban una y otra vez
contra la parez haciendo que los pezones se pusieran cada vez mas
duros por la excitación y el roce. A ratos turnaba mi cuello con mis
pechos y los pellizcaba y masajeaba tirando de ellos.
Los gemidos se escapaban de mi boca sin
darme ni cuenta y cada vez quería más y mas fuerte, hasta que su
velocidad y ritmo me estaban partiendo por la mitad. Me estaba
atravesando de una manera salvaje.
Poco a poco me acercaba, y no sólo se
movía él sino que yo misma me impulsaba sobre su miembro
ensartándome más aún. Mi cuerpo se tensó, apreté las manos
contra la pared, me mordí el labio y me corrí ahogando los gemidos
con mis dientes. Poco a poco aceleró aún mas el ritmo otra vez
hasta que noté como sus dedos se clavaban en mi piel y se vaciaba en
mi interior. Tenso, excitado, ansioso.
Ambos jadeando salió de mi y se quedó
mirándome a los ojos.
- - ¿Qué cojones voy hacer ahora?
- - Guardar el secreto. - Le puse el dedo en los labios y le guiñé un ojo. - Vamos, tenemos demonios que matar.
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