Nota:La
parte cursiva es la historia contada por Vegeta. Estad aten@s por que
durante la historia cambian los narradores sin pervio aviso.
Capitulo
6
Jugar
con fuego
Estaba
cegado por la ira, sólo me apetececía demostrarle cuanto me
necesitaba y castigarla por su arrogancia y su atrevimiento para
conmigo en cuanto a jugar con mi paciencia. ¿Una mujer? ¿Se atrevía
a humillarme de esta manera? Esto no podía seguir así, tenía que
enseñarle a valorar la clase de hombre que tenía el honor de tener
al lado.
- - ¿Crees que puedes jugar conmigo como te de la gana? - La cogí de la cara obligándole a mirarme. - No sabes quien soy aún.
Y
una parte de mi la visualizaba siendo sometida, follada salvajemente,
suplicando por más y la sola idea hizo que se me pusiera aún mas
dura. La agarré de las piernas y tiré de ella, que intentaba
apartar mis manos de sus piernas, mientras yo intentaba subirle el
vestido.
La
atrapé por la cintura y la levanté, poniéndola de cara contra el
colchón y levantando un poco su culo, me puse detrás de ella y la
agarré del pelo obligándola a echar la cabeza hacía atrás.
- - Te gusta demasiado jugar con fuego, y hoy te vas a quemar, mujer.
Lo
había conseguido. Mi objetivo de llevarlo al límite y castigarlo
por las veces que me había hecho pasarlo mal estaba alcanzado. Sin
embargo ahora tenía una doble batalla interna porque no sabía si
sucumbir a mis instintos más primitivos y caer en la tentación otra
vez, o buscar cualquier rastro de orgullo y dureza en mi para decir
que no e imponerme a él.
La
razón fue abandonándome poco a poco mientras sus manos iban
desvistiendo mi cuerpo entre movimientos rudos y secos, con aparente
agonía por tenerme desnuda, con rabia y con ira por mi
comportamiento y sobretodo, con una excitación primitiva y exigente.
Yo
intentaba agarrar la ropa sin mucho interés porque poco a poco lo
que más ansiaba era que me arrancara todo y dejarme llevar por la
lujuria y el deseo. Pero aún no podía darle ese gusto, así que con
falso interés me cubría con las manos cuando él, cegado, me
arrancó el vestido ante mi intento de evitar sacarmelo por encima de
la cabeza. Lo destrozó. Lo abrió en canal por la mitad y el sonido
de la tela rasgándose me excitó prometiendo lo que vendría
después.
Agarró
mis bragas y sin intento alguno por quitarlas de una manera normal,
las rompió. Estaba desnuda frente a él mientras me observaba y se
quitaba los pantalones.
Se
puso de rodillas en la cama y gateó hasta mi sin apartar sus ojos de
los mios. Sonriendo de una manera que me congelaba la sangre. Su
mirada me recordaba a la primera vez que soñé con él en Namek,
llena de rabia.
Agarró
mis muñecas que estaban cruzadas en mi pecho para taparme y las
aprisionó contra el colchón. Se sentó en mi vientre y acercó su
boca a la mía. Por un instanté creí que me besaría, pero no fue
así. Estiró de ambas manos hacía arriba y con una sola me
inmovilizó los brazos por encima de la cabeza.
Con
la mano libre me acarició los pechos, pellizcando y tirando de los
pezones, haciendo que me arqueara lo poquito que su cuerpo encima de
mi, permitía al mío.
Grité
varias veces en vano que me soltara, que se quitara de encima de mi,
que me dejara en paz, pero no hizo caso a mis intentos de soltarme.
Claro que... tampoco yo lo decía en serio.
A
estas alturas no se quien de los dos estaba más excitado, si él o
yo. Por que el juego del forcejeo me estaba llevando a unos límites
que nunca antes había experimentado con él, que ya es decir.
Sentía
como se endurecía cada vez más, como el roce y mi falsa resistencia
lo encendía. Agarró un pecho entre su mano y lo apretó llevándolo
a su boca, succionando el pezón mientras poco a poco dejaba de
apretarme las muñecas.
Se
apartó un poco, metió su mano entre mis piernas y las abrió. Se
colocó en medio y agarrando mis muslos con sus manos llevó su boca
hasta el centro de mis piernas.
Pasó
los labios por los muslos, rozando con los dientes en el camino,
oliéndome, y me sorprendió que me besara despacio en cada rincón
de piel que encontraba hasta llegar a donde más lo ansiaba tener. Mi
sexo.
Lo
acarició con dos dedos, introdujo las yemas en mi interior y salió,
los pasó por mi sexo nuevamente y los volvió a introducir. Entraba
y salía mientras con su otra mano me agarraba clavándome los dedos
en la carne, dejándome seguro un buen moratón como otras veces
había hecho.
Acercó
su boca y pasó la lengua por mi intimidad mientras seguía con sus
dedos entrando y saliendo de mi. Sabía lo que me gustaba y como, y
su dulce tortura se me estaba haciendo placenteramente eterna. Puse
mis manos en su cabeza y apreté contra mi su cara. Me miró, me
agarró con las manos y volvió a hundir su cara entre mis piernas
acelerando y frenando el ritmo conforme a mis gemidos.
Intentaba
arquearme, pero no me dejaba, intentaba mover mi cadera para rozarme
aún más con él, pero su posición me tenía presa de movimientos.
Quise
rodearle con las manos y las piernas para apretarlo aún más contra
mi pero no me dejaba. Seguía dándome placer y yo sentía que me
moría con su boca. Casi estaba a punto de alcanzar el orgasmo cuando
entre jadeos y susurros le pedí más y éste en lugar de hacerme
caso, paró en seco y se apartó limpiándose la boca, riéndose.
-¿No creerás que iba a
ser tan simple, verdad? - Me acarició la barbilla. - Ganateló.
Quería
castigarla y alargar su agonía sexual lo máximo posible, aunque eso
conllevaba que yo me auto torturara. Joder como la deseaba. Siempre
mal hablada, siempre provocando, siempre llevándome la contraria...
era perfectamente imperfecta y tenía que ser para mi. Ahora, y
siempre.
Disfrutaba
dándole placer. Por primera vez en mi vida disfruté de ver a
alguien más disfrutar y eso sólo ocurrió la primera vez que me
acosté con ella. Hasta entonces sólo busqué satisfacerme de
cualquier manera con una mujer por mero instinto. Pero con Bulma era
diferente. Me provocaba, caía, jugaba y disfrutábamos los dos.
Sabía que siempre era mía al cien por cien, se entregaba sin
tapujos a la lujuria y al sexo más sucio y primario.
Me
aparté de ella y tiré de sus brazos. Me puse de pie en el suelo y
mientras ella estaba de rodillas en la cama me acerqué hasta su
cara. Con mi erección a la altura de su boca le agarré de la
mandíbula y la introduje en ella.
Me
quedé quieto sintiendo ese calor y esa humedad que me rozaba con su
lengua. La agarré de la cabeza y la presioné contra mi, quitándole
el aire para respirar durante unos segundos. La incité a moverse y
poco a poco empezó un suave mete y saca con mi polla en su boca.
Cerró los ojos y pude ver que aquello le estaba gustando tanto como
a mi. Como siempre hacía, se entregaba al máximo cuando me lo
hacía. La agarró con su mano subiendo y bajando a la vez que
chupaba y yo tenía que hacer grandes esfuerzos por no atravesarle la
garganta como me gustaría.
Aceleraba
el ritmo, me quedé observando atónito como entraba y salía de su
boca y ella me devolvío la mirada. Le ordené que parara y obedeció,
era casi de las pocas veces que esta mujer rebelde hacia caso, en la
cama.
Con
mi mano en su cabeza le pedí que abriera más la boca y me la follé
con ganas, entrando y saliendo, rozándole los labios con la punta,
dándole con ella en la boca y volviendo a entrar. Era una puta
maravilla tenerla así. No podría describir con palabras el placer
tan intenso que me daba con su boca. Frené mis movimientos y mis
impulsos de correrme en su cara y la coloqué de espaldas a mi, a
cuatro patas, me puse detrás de ella y se la metí de una embestida
hasta el fondo.
En
cada arremetida sus pechos se movían mas como si se fuesen a salir
de ella. Los agarré y estando tan pegados como podíamos, seguí
entrando y saliendo de su cuerpo mientras sus gemidos empezaban a
resonar por la habitación. La conocía tan bien como para saber que
su cuerpo me hablaba, avisando de que se estaba acercando al orgasmo,
así que muy a mi pesar paré y salí de ella.
La
tumbré en la cama y observé con satisfacción su cara de
frustración. Me subí hasta su pecho y coloqué mi miembro entre sus
tetas, las agarré, las junté y empecé a follármelas mientras su
cara era todo un poema. Mitad deseo, mitad incertidumbre.
Era
consciente de que con mi grado de excitación no iba a durar mucho
mas esta tortura, pero quería buscar la manera de alargar su
satisfacción lo máximo posible.
- - Te voy... a follar... entera – Le dije entre acometidas mientras se mordía el labio inferior y clavava sus ojos vidriosos en mi. - Y tu... te correrás ...cuando a mi ...me apetezca.
Vegeta lo estaba
consiguiendo, me estaba llevándo al límite y cada segundo que
pasaba lo deseaba más. Verlo follarse mis tetas no hacía más que
hacerme perder la razón y a estas alturas ya no quedaba un atisbo de
orgullo en mi.
- - Vegeta... por favor
- - Por favor, ¿Qué?
Y continuó mas rápido
hasta que sentí cómo se tensaba sobre mi y paraba en seco.
Intentando evitar correrse, imaginé.
Se apartó, bajó un poco
más y abrió mis piernas, se colocó entre ellas y me penetró
duramente, y esta vez si continuó cuando sus músculos se tensaban.
Agarraba mi cintura y aceleraba el ritmo, hasta que se dejó ir y se
corrió dentro de mí, soltando un gruñido en mi cuello.
- - Suplícamelo. - Susurró en mi oído con la voz entre cortada. - Hazlo y lo haré.
Yo no respondía.
Solamente me mordía los labios y apretaba las sábanas en mis manos,
clavando las uñas en el colchón e intentando apretar las piernas
para aliviarme, completamente empapada.
- - Venga, mujer... - bajó su mano por mi vientre hasta el medio de mis piernas. - Puedo hacer que te corras con un solo roce.
Él
estaba disfrutando con esto y yo tenía que buscar la manera de salir
victoriosa.
- - Por favor, Vegeta...
- - ¿Por favor, qué?
- - Quiero...
- - ¿Qué quieres? - Metió dos dedos en mi, tres, que entraban con facilidad. - dímelo.
- - Correrme... por favor...
Y
comenzó a mover sus dedos en mi interior mientras entraba y salía
con facilidad y rápidez, hasta que sentí que en mi cuerpo se
acumulaba algo en la parte baja de mi vientre, se tensaba cada
músculo de mi ser, me faltaba el aire y quería alcanzar rápidamente
lo que estaba por venir y simplemente me dejé ir y me corrí. Entre
gemidos que alargué mas de la cuenta para lanzar mi ataque final con
el que pagaría a Vegeta cada una de las torturas a las que me había
sometido hoy.
- Oh... si... Marian...
Y
es que jugar con fuego nos estaba llevando a ambos por un mal camino
del que no sabría salir.
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