Capítulo
3
Pecados
capitales
Me encontraba al borde de
la histeria. Tenía un nudo de emociones que no sabía como deshacer.
Entre la ira, la pena y la tristeza intentaba remover la cucharilla
de la infusión que Marián me había traído para calmar mis
nervios, pero mis manos temblaban cada vez que intentaba coger la
taza.
Vegeta se había ido de
la habitación saliendo por la ventana, algo muy común en él, y nos
habíamos quedado todos un poco callados sin saber que decir ante el
espectáculo lamentable que se había presenciado unos minutos antes.
En directo y sin mas
medias tintas había pedido a Vegeta que cada uno siguiera nuestro
camino, y dios sabe que una parte de mi lo quería de verdad...
Después de todo sabía perfectamente lo que era vivir sola debido a
las constantes idas y venidas del Príncipe de los Saiyans a mi
hogar, nuestro hogar. Pero mi estado de ira dejaba paso a mi
enfríamiento y empezaba a ver con claridad que Vegeta no merecía
tampoco un divorcio, si no más bien un escarmiento. Tendría que
jugar con él, usar bien mis cartas y atacar sus debilidades.
Como todo hombre su
hombría era una debilidad, más aún para él que su orgullo era
enorme y su pecado capital (sin contar la gula y la lujuria) más
destacado. Cogí la taza, y me fui hasta el sofá de piel negro que
tengo en mi despacho, me quité los zapatos y me tumbé un rato a
pensar. Siempre me ayudaba este ritual cuando tenía algo importante
que resolver. Y al cabo del rato... la idea llegó.
Con una melena pelirroja
y unas largas piernas subida en un par de tacones, Marían que era
toda una rompedora de corazones, y mi mejor amiga, me dio la solución
sin saberlo. Siempre he pensado que de gustarme las mujeres me sería
imposible trabajar con ella, ya que sus escotes y su enorme pecho
compiten con el mio (amistosamente) y haría que me enamorase de
ella, como poco. Así que le pedí que se sentara.
- ¿Qué ocurre? - Preguntó preocupada. - ¿Estás mejor?
- Sí. - sonreí de una manera que pude ver reflejada mi cara en sus gafas de pasta. - He pensado lo que haré con Vegeta, pero necesito tu ayuda.
- Cuéntame.
Cuando le expliqué todo
el plan y después de partirnos de risa durante un rato imaginando
las reacciones de mi príncipe, me calcé, recogí mis cosas y volví
a casa, donde un Vegeta estaba en su cámara de Gravedad (como era
habitual) entrenando como un maldito enfermo obseso.
Nada mas llegar me
desvestí, me puse un vestido corto para estar por casa y me quedé
sin ropa interior, cosa que a Vegeta lo volvía loco. Me eché un
poco del perfume que le hipnotizaba y bajé a la cocina.
Preparé la comida y puse
la mesa como de costumbre. Cuando Vegeta apareció se quedó embobado
mirándome y al ver mi cara reaccionó quitando la vista y tragando
saliva.
- Tenemos que hablar, Vegeta, y arreglar cuando te vas.
- Mujer...¿Ni comer me vas a dejar? - Devoró un plato de arroz casi en segundos y cogió otro más. - ¿Aún sigues con eso?
- Lo de hoy no se va a volver a repetir. - Tiré un cubierto de la encimera con el codo, aposta, y me agaché mientras le miraba de reojo seguirme con la vista y me aguantaba la risa.
- Hmmmmmfmfmfmf – Farfulló.
- Traga. Que no se te entiende. - respondí irritada.
Era consciente de que al
agacharme había dejado a su vista mi pecho casi descubierto. Pero no
era suficiente, tenía que seguir jugando un poquito más.
Previamente había
guardado una fuente en el mueble más alto de la cocina y ahora, con
mucho mas esfuerzo, supuestamente, intentaba cogerlo, estirándome
tanto que mi vestido se subía por la parte de atrás y dejaba parte
de mis nalgas al aire libre.
- ¡Mujer! - Gritó. - ¿qué es lo que llevas puesto que se te ve todo?
- Nada. - Abrí un poco las piernas y el vestido se subió un poco más. - Por eso se me ve. Lo que no sé es que haces mirando tu.
- ¿Yo? Si eres tu que va medio desnuda por la casa.
- Cuando te vayas de aquí no tendrás que aguantar verme y yo podré ir totalmente desnuda si me apetece, porque por si se te ha olvidado, esta es MI casa. Recalqué mucho la palabra.
- Tengo que entrenar mucho más aún, no me puedo ir.
- ¿Otra vez con el tema de las amenazas de no se qué villanos?
- ¿acaso quieres morir?
- Tenemos a Goku.
Vegeta estaba al borde de
la evolución con mi comentario. Pero seguí.
- Verás Vegeta – Me agaché en su cara, poniendo mi cara a la altura de la suya, encorvada y sus ojos se clavaron varias veces en mis pechos. - Puedes entrenar todo lo que quieras que jamás, óyeme bien, jamás, superarás a Goku.
- ¿Pero como te atreves, descarada? - Estaba rojo de ira, y se puso en pie para gritarme más aun.
- Así que no me vengas con entrenamientos que te estás pegando la vida padre aquí y no paro de suministrarte cosas y herramientas que me dedico a hacer con mucho esfuerzo, perfección y rapidez para que tu, Vegeta, señor príncipe de un planeta extinto, pase de su hijo y de mi y encima me monte escenas humillantes.
Me di la vuelta, pegué
mi culo a él de manera disimulada y me puse en el fregadero a lavar
los platos. Sentía sus ojos clavados en mi cuerpo, podía notar como
su ira crecía por momentos y como, conociéndole, la lujuria
también. Coloqué algunos platos en su sitio moviéndome por la
cocina y meneando mi culo de manera exagerada para captar más su
atención.
Noté como se acercaba a
mi, se puso en mi espalda y me aprisionó contra la encimera, cogió
mi cuello y me susurró en el oído, mientras su otra mano agarraba
mi cintura, apretándome contra él y estando tan pegados que casi
dolía.
- Nunca vuelvas a repetirme que ese insecto de bajo nivel es superior a mi, tu aún no conoces mi capacidad ni mis límites.
La situación me estaba
saliendo redonda, salvo por el detalle de que me estaba excitando yo
misma también castigando a Vegeta. Pero llegué un poco mas allá.
Hice presión con mi culo en su entrepierna y me restregué, haciendo
amagos falsos de soltarme de su agarre. Notaba como se despertaba en
él una erección que en pocos minutos no podría contener.
Me aparté, le miré a la
cara y me di la vuelta para mirarle a los ojos.
- Esta noche duermes en la habitación que tenías al llegar aquí, nada de aparecer en mi cama como de costumbre. Hasta que te vayas dormirás solo.
Como era de esperar su
orgullo no le dejaría decir nada más y mucho menos quejarse de mi
petición, pero sabía el buen oído que tenía, por que me lo había
demostrado otras veces, así que esta noche le regalaría una buena
sesión “musical” y atacaría a Vegeta con los pecados capitales.
Comentarios
Publicar un comentario