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Dicen que a la tercera va a la vencida y eso espero con este fanfic,
es uno de los que más se me ha resistido y nunca consigo plasmar las
ideas que me vinieron a la cabeza hace ya más de 12 años.
Nuevamente corregido, cambiado el formato y la narración, así como
la ortografía, Esta vez viene para quedarse. Cualquier duda y
sugerencia aquí por favor. Gracias.
Las
cosas no siempre son lo que parecen
Aquella mañana iba a ser un gran día
para mí, lo presentía. En unas cuantas horas firmaria un contrato
con una compañía de gran prestigio sobre un prototipo de capsulas
de última generación que aportaría a la industria algo tan
novedoso como ¡llevar música a todas partes con tan sólo una
capsula!.
Estaba de los nervios y no hacía más
que pasear de un lado a otro hablando sola. Cosa que empezaba a
volver loco a Vegeta.
- Mujer, si no te calmas te dará un ataque cardíaco.
- No puedo estar tranquila Vegeta, si no sale bien me arrepentiré una larga temporada de mi fracaso.
- Seguro que exageras... eres tan excesiva como esa madre tuya.
- ¿Qué problema tienes con mi madre? - Me dirigí a él. - Demasiado buena es que te aguanta siempre con una sonrisa mientras no aportas nada a esta casa.
- Hummm
- Ya podrías ser como el hombre al que tengo que ver... él si que sabe tratar a una señorita y hablar bien de una mujer, no como tu. Lo tiene todo, apuesto, agradable, trabajador... - Miré a Vegeta disfrutando de su cara agría. - Deberías aprender más de él.
- ¿Yo de un terricola? - Apretó los puños. - No me hagas reir mujer.
- En fin, debo irme. - Cogí el bolso y antes de darle su beso habitual me paré de lleno. - No quiero hacer esperar a Hikaru.
Antes de salir eché una última ojeada
a Vegeta y en su cara tenía una vena en la frente que estaba a punto
de sobresalir de la piel. Sin duda hacerle enfadar era tan simple
como respirar... me encantaba esa manera de tensarlo y provocarle,
así que en venganza por tantas veces que me la ha jugado con su
prepotencia, arrogancia e indiferencia, esta vez le toca un poco de
su propia medicina.
Cuando iba a cruzar la reja escuché a
Vegeta llamarme.
- ¿No se te olvida nada?
- Emmm... - Dudé un momento pero enseguida caí, su beso. - A ver... maquillaje, para estar lista en cualquier momento, perfume, por si tengo visitas sorpresa, toallitas húmedas, las llaves, los papeles de la oficina, el contrato, las entradas... - Le miré y sonreí. - No, nada, Llevo todo.
- ¿Y yo qué? - Preguntó mirando hacía otro lado.
- ¿Tu qué? A ti no te puedo llevar, cariño.
- Pues muy bien, corre que ya tardas... no vaya ser que ese Hikaru muera de viejo. Que los terricolas... - Me miró sonriendo con maldad – envejecéis muy rápido.
- ¿Me estás insinuando algo, Vegeta?
- No, nada mujer. Pero ve antes de que algo o alguien acabe con ese terricola.
Me despedí en la puerta sin darle su
ansiado y habitual beso y salí, dejando a un Vegeta celoso y
pensativo y con pensamientos asesinos sobre el pobre Hikaru. Me subí
al coche y me puse el cinturón. Arranqué y en menos de 20 minutos
ya estaba en la empresa llegando a mi despacho.
Mi secretaria y amiga de toda la vida,
Marian, me esperaba con un café doble bien cargado y con unos
papeles que tenía que firmar. Además me informó de que Hikaru
estaba en la sala de reuniones esperando. Cosa que me extrañó por
que aún quedaban 10 minutos más para la reunión.
Pues más nerviosa aún por esa
repentina llegada antes de tiempo y por el come come en la cabeza de
Vegeta y sus celos, que yo alimentaba, estaba más tensa y torpe de
lo normal. No daba pie con bola y no dejaba de pensar como una cría
y en hacer maldades con Vegeta.
Entré y cerré tras de mi, con el
maletín en la mano y el café en la otra. Saludé y antes de
sentarme di dos besos a Hikaru.
- Buenos días, Bulma.
- Buenos días. ¿Cómo se encuentra? ¿Quiere un café?
- Estupendamente, con ua belleza como usted delante es imposible no estarlo. - Sopnreí haciendo el tonto. - Un café estaría bien gracias.
- Marían – Con el teléfono en la mano – Por favor trae un café para Hikaru y algo para acompañar. Gracias.
No pasó mucho tiempo cuando mi amiga y
secretaría aparecía en la puerta con una bandeja con una taza de
café y un plato de pastas de té.
Conozco a Marian tanto como para saber
que se había quedado mirando al cliente de la compañia, Y no la
culpo. Ante nosotras había un hombre fuerte y alto, bien vestido con
un traje chaqueta azul marino, una camisa rosa claro y una corbata
azul claro, además llevaba unos zapatos para conjuntar color negro
que le daban un toque clásico y moderno. Bien peinado hacía atrás
con un pelo imposible de mover.
Aunque yo no me quedaba atrás, aquella
mañana elegí un traje negro ceñido, por encima de la rodilla y una
abertura en la parte de atrás, con pedrería roja en el escote
pronunciado en barco que llebaba. Zapatos rojos de tacón para
completar que me haría arrancarme los pies más tarde.
Me vino a la mente la batalla campal
con Vegeta por esta ropa:
- De ninguna manera vas a ir así vestida, mujer.
- Por que tu lo digas. - Me ponía las medias delante de su cara de espanto.
- Si casi no se puede ni imaginar nada, vas provocando.
- Que me dejes ya, Vegeta, voy a vestirme como yo quiera.
- Te van a devorar con los ojos.
Creí erroneamente que cuando se
había callado era por que había cedido en el intento de que
abandonase esta ropa, sin embargo antes de verme moverme de un lado a
otro volvió al ataque.
- Así que al final vas así vestida.
- Sí. - Grité mirándole a los ojos. - Mi cuerpo, mi ropa.
- Es inutil hablar contigo, Bulma.
Siempre me sorprendía cuando me
llamaba por mi nombre, eso era señal de enfado extremo o derrota.
Había colocado
sobre la mesa todos los papeles y tenía a Hikaru cada vez más cerca
de mi, sin embargo no hice caso de mis instintos más primarios y no
eché el detector de KI en el bolso. Hacía unos meses había
perfeccionado un pequeño reloj que te decía si había algún KI
cerca. Por precaución me gustaba llevarlo en el bolso por si
teníamos alguna visita inesperada no ser la única del "grupo"
que no se enteraba de nada. Así que no pude percibir lo que en un
rato pasaría.
Hikaru era muy
agradable, tanto que empezaba a resultarme demasiado empalagoso. Soy
una mujer y reconozco cuando los hombres quieren algo más que un
trato cordíal, así que se podía ver a leguas que este hombre
quería una relación más allá de la profesional. Sin embargo no
podía cortarle las alas aún, no había hecho nada para ello y yo
necesitaba su forma para seguir adelante con el prototipo. Le di
cancha, pero la justa ¿eh? Tampoco me pasé. No aún.
Durante los
primeros 15 minutos estuvimos bromeando sobre otras empresas, lo que
le habían ofrecido, los costes, los presupuestos, los proyectos...
sin duda alguna conmigo iba a tener un mercado más abierto y de
mayor producto y valor ecónomico. Además era de las pocas mujeres
que tenían una genialidad así. "Eres única Bulma", me
dijo. Comentario que sin duda alguna me ensanchó la sonrisa.
Así que me animé
a comer un poco que el azúcar es de esas propiedades que siempre me
elevan al éxtasis de verdad y me hacen pensar mucho mejor. Cogí una
de las pastas, la que tenía mermelada de fresa y chocolate, y me la
metí en la boca. Marían me conocía bien y sabía las que me
encantaban. Y gemí al gusto.
- Me encanta esto. - Y señalé el plato. - Y lo que hemos hablado para que mentir.
- Yo estoy encantado con nuestros planes. - Comentó él y parecía muy cierto.
- Yo llevaba tiempo deseándolo, y hacerlo contigo es todo un placer.
Bebí un sorbo de
mi taza de café y volví a colocarlo en la mesa, absorta en los
papeles.
- Bulma... - Me dijo casi en un susurro. - Estás hoy realmente bella.
- Oh venga, me harás ruborizarme. - Y mitad por cumplir mitad de verdad... - Además tu no estás tampoco mal la verdad.
- Ahora el que se ruborizará seré yo.
Un temblor del
suelo me hizo salir de mi charla coloquial y miré a los lados, pero
no vi nada, sin embargo cuando Hikaru me cogió la mano un estallido
en la ventana hizo que me asustara y me pusiera en alerta.
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