Prueba
de Fuego
Otro día más sola y en esta villa,
sin hombre guapo y apuesto al que entregarme. Tengo casi cuarenta
años y sigo soltera. Me levanto de la silla de mi despacho, me
dirijo a la ventana y observo desde el cristal la aldea en su
explendor. Lo estoy haciendo bien, si, estoy manteniendo el orden y
todo va como la seda.
Me parece escuchar algo, me doy la
vuelta y observo el pomo de la puerta girarse. Es mi ayudante, entra
sin avisar como siempre, con un papel en la mano y muy alterada.
-¡Mizukage! - Grita frente mi mesa. -
Tenemos noticias de Konoha.
-¿Qué quieren de nosotros la hoja? -
Pregunto sorprendida.
-Están siendo atacados y requieren
refuerzos. - Trago saliva al recordar la última vez que luché a su
lado.
-Ya ha terminado la guerra – Afirmo y
observo los papeles. - No podemos estar en paz, ¿eh?
-¿Vamos a ayudarles?
-Por supuesto. Firmamos un tratado de
paz, siempre que alguna de las aldeas necesite ayuda se la
prestaremos. Prepara varios equipos de ayuda.
-Mizukage ¿no deberíamos saber antes
algo de lo que hay allí?
-Eh, claro. Lo estaba pensando ya. -
Mis despistes siempre consiguen dejarme en verguenza delante de
alguien. - ¿No se sabe nada acerca de los agresores?
-Está en los papeles que le dejé en
su mesa, Mizukage.- Trago saliva sonriendo – Sólo ha leído la
portada, no ha abierto la carta.
-Oh. - Me reí avergonzada. - No puede
ser...
El pánico se apoderó de mi cuerpo
cuando leí el nombre de Uchiha Madara. No puede ser, esto tenía que
ser un error o una broma de mal gusto.
Derrotamos a Madara, perdimos muchos
hombres y aún así le ganamos, ¿qué demonios?
-Mizukage, ¿se encuentra bien? -
Preguntó preocupada Mairika.
-Sí, estoy bien. - Mentí sonriendo,
intentando aparentar normalidad. - Localiza a mi equipo, nos vamos a
Konoha ahora mismo.
Tras un largo camino, en el que no
dejaba de pensar en el nombre que había leído, llegamos a Konoha.
Era agradable volver y encontrarse con
viejos amigos. Mi cara cambió de gesto cuando comprendí la gravedad
de la situación. Parte de la villa estaba destruída y mucha gente
herida estaba siendo atendida por Tsunade.
-¡Mizukage! - Me gritó al verme. -
Gracias por venir.
Asentí con la cabeza mientras veía a
la Hokage acercarse a mi. Con su mano me guió hasta una zona mas
apartada donde no podían escucharnos y me puso al tanto de la
situación.
-Uchiha Madara a vuelto.
-¿Cómo? Murió. - Desconcertada y
asustada por lo que eso traía consigo, añadí. - ¿Edo tensei?
-No. - Meneó la cabeza con los ojos
cerrados. - No tiene su aspecto de Edo Tensei.
-¿Entonces? No entiendo nada.
-No es normal esto, Mei. - Me agarró
de las manos y comprendí que compartíamos una amistad que hubiera
llenado de orgullo a Hashirama. - No le vemos a él directamente,
aparece un clon, ataca la aldea, le derrotamos y vuelta a empezar.
-Tsunade-sama, ¿hay más aldeas al
corriente?
-No. - Apretó los dientes y me agarró
la mano con mas fuerza aún. - Él nos pidió que vinieras tú.
-¿Qué? ¿Yo?
-Dijo que hasta que no estuvieras aquí,
estaría destruyendo todo. - Observé que a mi alrededor el suelo
había dejado de temblar. - Ha parado en cuanto has llegado.
Todo lo que alcanzaba mi vista estaba
destrozado, pero para mi sorpresa Tsunade sama tenía razón. Madara
había parado su ataque y me observaba de una manera extraña desde
lo alto la colina.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo
cuando lo vi de pie, con su semblante de Uchiha orgulloso. Maldita
sea, todos los Uchiha eran tan perfectos y guapos. Su espectacular
fisico atraía a simple vista e inmediatamente te atrapaba. Famosos
por sus genjutsus visuales, los uchiha hipnotizaban a cualquiera que
quisiesen, incluso sin hacer uso de sus poderes.
Noté como si una oleada de adrenalina
recorriese mi cuerpo, fue cuando me di cuenta de que Madara estaba
frente a mi, a escasos centímetros de mi boca, pudiendo notar su
respiración tranquila y pasmosa sobre mi cara.
-¿Qué quieres de mi, Uchiha Madara? -
Pregunté intentando mostrar una falsa tranquilidad que no era
creíble.
-El valor, Mizukage. ¿Cuánto valor
tienes ante mi?
-¿Valor? - Confundida repetí aquella
palabra insignificante ahora.
-¿Aún no lo entiendes? - Me agarró
del brazo y me dejó completamente pegada a él. - Vas a bailar.
Me cargó en brazos con suma facilidad
y me llevó lejos de los demás. No pude reaccionar y esperé
nerviosa su siguiente paso. Me soltó, dejándome sin saber que
pensar, y me miró a los ojos con su Mangekyou sharingan.
-Desnúdate. - Ordenó y bajo su
embrujo accedí.
Me quité cada trozo de tela que cubría
mi cuerpo y dejé mi blanca piel al descubierto para él. Esperé sin
apartar mis ojos de los suyos a que me diera su siguiente orden.
-Túmbate en el suelo y abre las
piernas. - Se quitó la parte de arriba de su ropa. - Tócate para
mi.
Excitada por lo que me estaba haciendo
sentir y el morbo que aquello llevaba seguí su petición. Sin dejar
de mirar a sus ojos, ahora oscuros, comencé a acariciar mis pechos
suavemente, pellizcando con picardía mis pezones duros y dejando
escapar de mi boca suaves quejidos de placer. El deseo humedecía mi
entrepierna, podía sentir en mis muslos como mi sexo se estaba
lubricando rapidamente. Cogí uno de mis pechos y lo llevé a mi
boca, me mordía el pezón atrevida, mientras su cara desvelaba el
deseo que le estaba despertando aquello. Puse mis manos en mis
piernas cerradas, haciendo incapié en abrirlas con ellas para él.
Dejé durante un momento que observara mi intimidad chorreando y su
boca esbozó una lasciva sonrisa.
Introducí un dedo en mi interior,
cerré los ojos y me arqueé mientras introducía dos dedos mas. Con
tres en mi interior comencé a salir y entrar en mi cuerpo.
Acariciaba mi clítoris y volvía a introducirlos hasta que una mano
detuvo mi ritmo.
Abrí los ojos y vi a Madara frente mi,
de pie y completamente desnudo. Su gran miembro viril estaba a la
altura de mi cara y muy, muy cerca de mi. Me agarró la cabeza y me
la metió en la boca sin que me diese cuenta. Cuando reaccioné tenía
su polla en mi boca y casi me atragantaba. Su mano mandaba sobre mi y
bombeaba dentro de mi boca. Sus ojos se clavaban en mi, oscuros como
su pasado, fríos como él y atrevidos como la situación. Me gustaba
mucho lo que estaba haciendo conmigo y lo peor de todo es que no
sabia si era parte de su genjutsu visual o físico.
Me quitó con brusquedad y me puso de
lado en el suelo. Se colocó detrás de mi y me penetró. De mi boca
se escapó un grito de placer que cayó con su mano. Mientras me
atravesaba con su miembro me acariciaba el clítoris con la mano
libre.
Me pellizcaba y mas fuerte me empalaba,
una y otra y otra vez. Salió de mi, apenas me daba tiempo a
adaptarme a sus tocamientos, se sentó sobre mi vientre y metió su
miembro entre mis pechos. Cada uno en una mano empezó a moverse
dentro de ellos, apretándolos contra él. Entonces vi su debilidad,
el punto débil de un hombre tan fuerte y poderosos como él. Cerró
los ojos, su respiración de aceleró y con ella el ritmo de sus
movimientos. Hasta que paró en seco y me miró a los ojos.
-Quiero llenarte, vas a bailar conmigo,
Mei.
Me montó encima de él, posé mis
manos sobre su torso desnudo e ignoré la cara que había en el.
Clavé mis uñas en su piel y me empalé con él. Cerré los ojos y
comencé a moverme, arriba y abajo, con Madara dentro de mi. Sus
manos en mi cintura me guiaban en un ritmo que cada vez crecía más.
Su respiración agitada se mezclaba con la mía entre jadeos.
Nuestros ojos estaban unidos y se miraban los unos a los otros. Sentí
mi orgásmo llegar y me dejé ir abriendo mi boca para soltar un gran
gemido de placer al correrme sobre él. Madara siguió bombeando
dentro de mi cuerpo y poco después sentí como se vaciaba en mi
interior, notando su semen caliente derramarse dentro de mi y como
sus músculos se tensaban.
Me caí sobre su cuerpo, que me
levantaba con su respiración agitada. Agotada, no se cuanto tiempo
pasé sobre él hasta que abrí los ojos y me encontré sola y
vestida con mi ropa destrozada. Me confundió todo aquello y no sabía
si había sido un sueño o realmente me había acostado con Uchiha
Madara. Miré a mi alrededor y vi a los demás tendidos en el suelo
sangrando sin parar. Tsunade partida por la mitad y aparentemente
envejecida apenas tenía signos de vida en su mirada. Yo me
encontraba bien, y no entendía la razón. Entonces escuché a
Orochimaru ordenar a aquella peliroja a que curara a Tsunade.
-Tsunade-sama a preferido curaros a
vosotros antes que a ella misma – Dijo él con su inquietante voz.
- Así es ella, siempre preocupada por el bien ajeno.
Me acerqué a ella y le agarré la
mano, suplicando que se recuperara para poder agradecerle lo que
había hecho por mi.
En mi cabeza seguía la idea de haberme
acostado con Madara, la cual deseché en cuanto vi al resto de mis
compañeros.
Fin.
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